El masaje forma parte de la cultura médica ancestral de todos los pueblos y que está presente en todas las tradiciones. De hecho, hoy en día existen multitud de técnicas que provienen de diferentes culturas.

 Sus usos han sido y son la relajación, estimulación o rehabilitación de todo el cuerpo o parte de él. También ayuda a la flexibilidad de los músculos, mejora la circulación y reduce el estrés.

 Básicamente, consiste en una serie de manipulaciones encaminadas a estimular la circulación sanguínea de los tejidos, creando  una hiperemia o aumento en la irrigación de sangre en la zona y un vaciado posterior de la misma. El aumento de irrigación sanguínea llevará oxígeno y nutrientes a las células y recogerá sus desechos, aliviando así la fatiga muscular creada por la acumulación de toxinas y regenerando y revitalizando las células. El vaciado posterior encaminará esta sangre con desechos al sistema venoso, que se encargará de llevarla hasta los órganos de excreción para ser posteriormente eliminados del cuerpo.

El contacto de la mano experimentada proporcionará también seguridad y confort, a la vez que regula y alivia la tensión psico-física. 

Las diferentes manipulaciones en la piel arrastran además las células muertas de la piel regenerándola y mejorando su aspecto y elasticidad.